viernes, 15 de abril de 2011

De la RealPolitik a la Guerra


Sin haber dejado nunca de estar en guerra (véase Afganistán), acabamos de iniciar una nueva intervención, esta vez con resolución ONU, operando activamente en lo que se empieza a denominar en círculos periodísticos como la nueva Entente Amicale (http://www.publico.es/internacional/367038/la-nueva-entente-cordiale). El objetivo de turno es Gaddafi, ese excéntrico líder que pasó de enemigo a amigo para volver a ser atacado, curiosa trayectoria, inverosímil si no atendemos a las verdaderas intenciones e intereses que guían la política real de los Estados y sus mandatarios.
La Realpolitik (o Política Real) consiste en la toma de decisiones políticas apartándose de la ideología o de valores éticos y morales, buscando en cambio un interés que se supone o presupone mayor para la sociedad o el Estado (y es importante esta diferencia). Aunque el término fue acuñado por Otto Von Bismark, pueden extraerse conclusiones parecidas del pensamiento de Maquiavelo o del legendario Sun Tzu; sin embargo, es a partir del siglo XX donde la realpolitik se ha mostrado como un comportamiento frecuente en los Gobiernos. Esto es fácilmente comprobable, en la vertiente interna del Estado, con el libre y subjetivo uso del concepto de interés general, mientras que en la arena internacional son numerosos los ejemplos históricos de esta práctica, desde la ayuda estadounidense a los sucesivos golpes de estado perpetrados en Sudamérica, al patrocinio francés a los regímenes foco de las protestas en el mundo árabe en la actualidad. Y es que la política real que las potencias europeas y estadounidense vienen llevando a cabo, no sólo con los mencionados países orientales, tiene una doble vertiente del más crítico enjuiciamiento.
Por un lado, es de reprochar que la clase política de los partidos hegemónicos de cada país, el típico binomio conservadores-socialdemócratas, aparquen o arrecien las críticas y la presión mediática y económica sobre países donde se violan sistemáticamente los Derechos Humanos fundamentales en función de intereses estratégicos en la zona, generalmente, de tipo energético y comercial o relacionado con los flujos migratorios. Han sido este tipo de intereses los que motivaron el impulso norteamericano a reconocidos tiranos de la zona como el Sha de Irán o el posteriormente satanizado Saddam Husein. Precisamente, aquéllos tiranos fueron aupados al poder por EE.UU. para hacer frente a los progresivos movimientos sociales izquierdistas que se extendían por la zona. Y, si bien esos regímenes fueron utilizados como motivación legítima para intervenir militarmente en Irak en nuestros días y en Irán en su tiempo, en el momento en que el dinero estadounidense inflaba los bolsillos de los dictadores se los presentaba como la solución a la inestabilidad de la zona.
Estos ejemplos, paradigmáticos a la hora de medir el doble rasero con el que las potencias internacionales tratan a amigos y enemigos en función de intereses, no se han dejado de repetir hasta nuestros días. Por citar ejemplos de candente actualidad, sólo hay que recordar el ferviente apoyo que Francia brindó a los recientemente depuestos tiranos de Túnez y de Egipto. En un artículo del politólogo y ensayista francés J.M. Colombani (http://www.elpais.com/articulo/internacional/real/politik/vale/elpepiint/20110221elpepiint_5/Tes) aparecen pruebas evidentes y suficientes de lo afirmado, por lo que remito al lector escéptico a dicho artículo. En cuanto a Egipto, como bien indica Vicenç Navarro en su artículo "Lo que no se conoce de Egipto" (ATTAC, Público), es comprobable mediante la balanza de pagos del país cómo EE.UU. es el mayor socio financiador del ejército, ya que la inteligencia norteamericana considera clave geopolíticamente esa zona.
El último ejemplo que se puede y debe citar, por su particular cariz histórico, es el de Libia. Su exclusividad reside en que su tirano de turno, el coronel  Gaddafi, no ascendió al poder mediante el patrocinio de las potencias extranjeras, sino como fruto de una revolución de las clases particulares. De hecho, tras tomar el mando de la nación, Gaddafi expresó su deseo de orientar su política hacia una mezcla de socialismo e islamismo. Lógicamente, y tratándose de principios de los años 70, el bloque compuesto por EE.UU. y sus acólitos anticomunistas le declararon formalmente su hostilidad, acompañada de un sin fin de medidas y bloqueos económicos de presión.
Sin embargo, y saltándose el íter de los otros ejemplos expuestos, con el paso de los años se han ido suavizando las críticas al régimen libio. Sin ir más lejos, países como Francia, Italia o Gran Bretaña reactivaron notablemente el flujo de las relaciones diplomáticas y comerciales con Libia y el discurso de sus líderes políticos ha pasado de abiertamente hostil a misteriosamente comprensivo y hasta adulador. Como muestra, las declaraciones de uno de los sociólogos más influyentes de Inglaterra. Ideólogo de Tony Blair, Anthony Giddens, autor, entre otros libros, de "La tercera vía: la renovación de la socialdemocracia", alaba en su artículo "El coronel Gadafi y su 'tercera vía" (New Statesmen, 2006) la renovada y luminosa dirección política tomada por el dictador.
Como también aprecia el profesor V. Navarro en el citado artículo y en el reciente "Quién apoyó la dictadura en Túnez?" (ATTAC), es curioso que tanto el partido de Ben Alí en Túnez, como el de Mubarak en Egipto, como el propio El Gaddafi, sean miembros aceptados de la Internacional Socialista; la federación mundial de los partidos de ideología socialdemócrata. Esta paradoja, unida a los discursos que están pronunciando en este momento presidentes como Sarkozy o el propio Obama, me llevan inevitablemente a la segunda crítica.
Quizás la gran innovación de nuestros días en la práctica de la Realpolitik sea la capacidad de previsión de las situaciones políticas futuras. Con esto me refiero a las posiciones públicas que están adoptando ahora las potencias, articulando un mensaje abiertamente próximo a los pueblos en revuelta, contradictorio con las actuaciones políticas que han venido llevando a cabo durante largos años. No veo en este viraje repentino más que una estrategia destinada a situarse en posición de influir en el futuro próximo de estos países, colocando a sus candidatos a la cabeza o aproximándose a aquéllos que se perfilan como futuros mandatarios. El objetivo es claro: evitar que las revoluciones vayan más allá del dictador y del gobierno depuesto, es decir, que se dirijan contra la oligarquía financiera, contra el actual reparto de los medios de producción, a las claras, contra el sistema capitalista mismo.
Con el mismo objetivo, supongo, los medios de comunicación de los grandes conglomerados empresariales han identificado hasta la saciedad a las redes sociales y a internet como motor del cambio que se está produciendo. Sin embargo, al analizar el porcentaje de la población con acceso regular a internet, las cuentas empiezan a no cuadrar. Obvian dichos medios de comunicación que el nacimiento de las revueltas se ha llevado a cabo desde las capas populares, desde la infiltración de los miembros de partidos clandestinos en los sindicatos verticales oficiales (ver V. Navarro, ¿quién apoyó la dictadura de Túnez?).
La técnica entonces está clara: Ante una situación que ha despertado la sensibilidad de gran parte de la población mundial, debido en gran parte al sentimiento de empatía que nos despierta la situación de crisis económica global, los poderes fácticos intentan hacerse un lavado de cara, ocultar que ellos han estado detrás de los tiranos para salvaguardar sus intereses en la zona y presentarse como fervorosos aliados del pueblo en lucha por sus derechos.
La Realpolitik es una práctica común, no nos dejemos engañar por el marketing político-mediático. Es tan común que hasta en España la practicamos. A enjuiciar, la actitud de nuestro ministerio de exteriores con el tirano marroquí ante las violaciones sistemáticas de derechos en el Sahara, o el apoyo recientemente mostrado por José Bono al dictador de Guinea, uno de los más implacables y sanguinarios del continente.

Francisco Jurado Gilabert
Miembro de la organización Democracia Real Ya! Sevilla

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